Liminar

Cuando escribo un poema, el poema me ha convencido que debe ser inteligencia; entonces, ocurre algo parecido al silencio.

Existe una imagen clara abriendo sus formas, formas de cosas que se nombran y acarician  la mente.

Alguna vez reuní piedras de muchas formas, todas con nombres específicos. Así  escribí una sensación exacta como el cuerpo habitado exactamente por una piedra. Y, ahora, a esta hora que es la única hora posible, escribiré este libro lleno de formas con nombres de cosas. Cosas concretas como las piedras.

Mi historia, tu historia; la historia misma de la poesía, es de descarriados. Es un tótem de sabiduría de civilizaciones y primitivos misterios. Es siempre detrás de la luz que se ha escrito el amor y la muerte.

Si lees este libro y tus manos se desvanecen en la tibieza, reconoce la vida y la muerte con asombro.

Quizá tengas una llave entre tus dedos o una sencilla llave tallada o quizá no tengas nada. También en mí puede que no haya nada a medida que nombro las cosas.

No voy a engañarte, escribiré sobre el olvido y la soledad. No voy a recoger el sonido, ni los señuelos de otros. Seré yo misma y entre nosotros serás tú la puerta o una ventana o una casa y la casa será una montaña y esa montaña un ojo.

Este libro habla de los hombres y las mujeres y las cosas y los animales. Este libro nombra la historia de la quietud del cuerpo.

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