Un itinerario inquebrantable
Me hago algunas preguntas sobre mi vida como escritora, a veces, con frecuencia para recordar. Recordar es tan relevante como vivir porque en la memoria se aloja la vida. Casi no guardo cosas, pero con los años he comenzado a hacer lo contrario, por suerte, siempre guardé lo que se publicaba de mi obra. Siempre fueron un tesoro valioso. Esta página de periódico la saqué de mis archivos del año 2000 y le tomé una fotografía con mi celular para recordarme y no desmemoriar mi arduo trabajo como escritora.
Otras veces, pienso qué hubiera sido de mi inédita obra si hubiese nacido y vivido en otro país, posiblemente, tendría esa suerte de amigos y conocidos comprando mis libros; el grupo de apoyo es valioso como testigo de la creación. Escribir ha sido y sigue siendo un itinerario inquebrantable de vida de todo contra todo, siempre luchando por escribir, luchando por publicar, luchando por mantener mi espacio lo más auténtico posible. Me confieso a mí misma que este no es un lugar hospitalario para escribir, es el peor lugar de los lugares sin posibilidad de huir, ya no hay posibilidad de escabullirse a otro sitio del mundo. Queda solo estar y seguir escribiendo y publicando como sea. Y lo hago. Sigo produciendo año tras año libros de poesía, ensayos y pronto mi novela.
Es en el silencio y la soledad donde reflexiono todo esto. Recuerdo que este destartalado paisito tiene su odio y su amor muy a flor de piel y, sin embargo, no hay editoriales que te paguen tu trabajo, debes regalarlo, no hay un editor de verdad verdad que busque a su autor, debes estar en medio del poquísimo bullicio artístico para aparecer. No sirvo para eso. Es árido y triste el vacío literario, el arte no es importante. Casi lo entiendo, porque comer sigue siendo el principal motor de vida, comer para llenar los vacíos de un lugar primitivo y vegetal.
Esta página es del año 2000, han pasado 24 años de eso. Es verdad, me digo, eres una escritora, siempre lo fuiste, y morirás así, frente a los libros y escribiendo. Un día, quizá, mis libros harán pensar a alguien que valió la pena.
Fotografía: Lya Ayala Arteaga.
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