miércoles, 10 de noviembre de 2021

 

                          El hijo

 

«Contar la historia de sus días y sus noches

obligaba a borrar otras fronteras»

Jacques Rancière

 

En la quietud del rostro del hijo se perfila cálido

el reflejo de mis padres y mis abuelos

y mi historia que no será la historia de mi hijo

se desprende de mi rostro levemente.

 

Mi hijo de piel clara y cuello alto, me mira

con la individualidad más triste que una madre

puede aspirar a encontrar en el hijo

la libertad de saber que la memoria

tiene raíces en todos lados.

 

El hijo piensa en los impuestos que pagará

en su adultez, en la semejanza de su madre

con un objeto en reposo, madre que dormita

suavemente como hoja revoloteando

en el polvo de la acera.

 

En la quietud del asombro donde el hijo

se convierte en padre, en amigo, en hombre

en desconocido que gravita en los ojos de la madre

sin agradecimiento y sin odio.

 

El hijo con manos fuertes desliza su brazo

en el hombro de la madry camina

jugando con la sombra de los pasos de ella.

 

Y la sombra extendida entre ambos, reposa.

sombras tejidas de vivencias y desengaños.

La madre y el hijo se abrazan y desabrazan

inclinados uno en el otro sin temor

ni angustia ni reclamo.

 

En la quietud de quien crea y ha sido creado.

El hijo y la madre se alejan

reposados en la despedida del amor

sin sobornos sin lágrimas

como quien jamás se despide

como quien jamás se queda.