El performance de la poesía
La poesía, como todas las creaciones humanas, pasa por muchos cambios, añadidos, retornos e interrogantes. Se supone que debe moverse en el tiempo. Por esta razón, la poesía no puede ni debe ser aburrida, considerando las burlas que suele recibir cuando no se comprende o no gusta—es muy válido que no nos guste—. Sin embargo, para que esta forma de literatura conecte con el lector, o espectador si se quiere, es necesario que haya recibido cierto entrenamiento musical y visual. Creo, desde hace mucho tiempo, que la poesía es una manera de crear un performance que requiere bastante interacción con otras artes o expresiones creativas.
Por ejemplo, no puede haber poesía sin música; es esencialmente musical por los cuatro costados, (más adelante escribiré un post sobre esto), también, es absolutamente visual, en ese modo cinematográfico y peculiar que tiene el movimiento de las imágenes. Aquí conecto la influencia que han tenido las series de televisión, la música popular, las películas, la pintura, la danza y otras artes en la poesía. Creo fervientemente que nada, nada es estático. Todo cambia, por eso, la poesía me resulta revolucionaria entre los géneros literarios.
La poesía se recarga de todos estos elementos creativos, quien se haya topado con mala poesía, cosa que no existe, puede mirar más cine, más Netflix, escuchar todos los géneros posibles de música pasados y presentes y leer poesías sin la mirada empañada por la respiración agitada, pues, a la poesía hay que leerla con calma, sin querer queriendo. Es solo diferente al resto de géneros literarios, no hay que tomársela en serio ni esperar algo extraño de ella. En general, no suele ocurrir nada. Es un instante, un contacto tan espontáneo que se queda ahí como imagen y sonido que no se marcha. Se queda de un modo extraño resonando.
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