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Fotografía: Lya Ayala Arteaga La sed del mar   Llévame al mar moriré en pocos días.   El deseo del hombre es mínima tristeza cuando vivía cerca de las rocas nunca supe que lloraban estaban tibias y entendían el rumor sé que lloraban porque en mi garganta escuchaba el sonido del agua.   Llévame cerca del mar estoy viejo he recorrido la arena mil años he sentido en otros cuerpos el dolor de mi cuerpo es solo mío y eso hace mi dolor el único del mundo. (La lluvia es una ventana, 2020)
 "Entre las ramas la risa de los árboles" Lya Ayala Arteaga (de poemario Verde, 1998)
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                                                          Fotografía: Lya Ayala Arteaga. Cualquier puerta en silencio la llave abre suave cualquier puerta solo en silencio existe la posible causa y el origen donde abre los ojos el recién nacido donde caben los movimientos involuntarios y la espontaneidad del polvo  en silencio repica el agua en el dorso del cuerpo abriendo paso a las mutilaciones del olvido donde recogen tibios el pasado y el presente un trozo de esquina en la mirada es en el silencio donde somos más libres menos escandalosos de uno y el otro quizá en esa partitura habita la refrescante ausencia el tintineo de estar quieto sin hacer nada el silencio sana el grito detrás del hombro y la perpetua necesidad humana  por ahuecarse en el sonido.
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                                                       Fotografía: Lya Ayala Arteaga. Cuadro moderno Sí. Es cierto. He cambiado mis libros por la comodidad de mirar por la ventana, pero es mucho más que la simplicidad de las cosas que deambulan entre el escritorio  la cama y la cocina. Posiblemente, ahora, no entiendas, la compleja situación de una mujer de cuarenta  años  remontando la escasez y la ternura. Está bien que me juzgues, ni pierdo nada ni ganas nada. Mi silueta robusta  cerca del fuego  y la comodidad de cualquier cosa. O casi. Mis ojos aman las circunstancias de las cosas, la perpleja transparencia  de la comida  sobre el mantel y los platos. Sí, es la pequeñez de la humanidad, pero. A veces, deberías quedarte quieto muy quieto frente a la ventana  abierta de una casa, de un hogar tibiamente deco...
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                                                           Fotografía: Lya Ayala Arteaga.   Culpa De pronto  la necesidad de la forma en la que un poema llega, podría ser la necesidad de sobreponerse a la propia vida; porque el poema es otra vida en sí mismo, el poema es un yo. Pero limpio los azulejos del baño y el poema surge en su estructura completo y absoluto, recorre su esqueleto naciendo, es un ser vivo. Hace diez años cuidaba un hombre y no escribía porque la vida, hace diez años crecía el hijo amado y debía cuidarlo con ternura,  sin miedos sin arrastrar su vida, esa de la niña que fui cuando el padre se va  y la madre se queda, esa niña que aprende del abandono la forma del amor. Luego la edad y los libros se esconden, la mente está al borde sin poder vaciarse todas las vidas de los poemas se acongojan, estruj...
  Resplandores   no he tenido ni un momento para sentarme a escribir adentro de mí en la hondura donde los resplandores siguen vivos las palabras se agolpan para decirme cosas observo la casa y sus detalles el aire sobre las cosas que observo la sensación extrema y cálida del trabajo diario el descanso y la inminencia del dolor y su angustia.   no logro escribir nada, me escabullo hasta el escritorio y salta una tarea y otra tarea y la sensación  de las palabras me persigue por todos lados turbando la proximidad de las cosas y la lejanía que se acerca.   no tengo tiempo para escribir, pero no importa porque las palabras se ajustan a la memoria y cavan túneles donde aguardan como topos o conejos olorosos a tierra la salida del sol   aquí hace frío por la noche, no puedo escribir porque trabajo porque aguardan tibias encima del escritorio las palabras.
                            El hijo   « C ontar la historia de sus días y sus noches obligaba a borrar otras fronteras » Jacques Rancière   En la quietud del rostro del hijo se perfila cálido el reflejo de mis padres y mis abuelos y mi historia que no será la historia de mi hijo se desprende de mi rostro levemente.   Mi hijo de piel clara y cuello alto, me mira con la individualidad más triste que una madre puede aspirar a encontrar en el hijo la libertad de saber que la memoria tiene raíces en todos lados.   El hijo piensa en los impuestos que pagará en su adultez, en la semejanza de su madre con un objeto en reposo, madre que dormita suavemente como hoja revoloteando en el polvo de la acera.   En la quietud del asombro donde el hijo se convierte en padre, en amigo, en hombre en desconocido que gravita en los ojos de la madre sin agradecimient...
  la poesía de las cosas* por qué perseguir la memoria, seguirla en los caminos más angostos y más anchos darle vuelta a las calles donde busca resguardarse de las inclemencia s del tiempo la memoria que se resbala de los ojos para encontrarse con los rostros  y las manos donde alguna vez habitó con las palabras y los gestos y la anchura  de la vida donde todos caminan y caminaron juntos la memoria que precisa de los símbolos y las señales de mujeres y hombres a veces diluidos enteros fragmentados en pedazos sombra que es sombra o desvelo por qué amar la memoria, seguirla en las fotografías de los que perdimos en búsqueda de un lugar un sitio en forma de casa o calle memoria que es siempre forma de algo o alguien memoria que es siempre puñalada o aire *Ediciones SIC, 2021
  Era una generación era esta una generación sutil, era porque detrás de todo empeño por salir de la guerra y la maraña quedó detenida en la puerta, mirando pasar el tiempo era una generación menos obtusa, pero tirana de sí misma con la incertidumbre de una voz que se quedaba detenida en la garganta era una generación que debía entender la inteligencia de la historia y el costo de la sangre y el peso del silencio era y se quedó mirando por la puerta las canas y las borracheras era y no pudo con la espalda rota o la presunción de libertad que jamás conoció ahora, otra generación, otra puerta, otra incertidumbre duele la patria, duele la tierra, el olor de la muerte que emana duele en la hondura del miedo, en la letanía de la espera duele lentamente, muerte de sangre y dolor de sangre era esta generación la salvadora de la eterna espera del crecimiento económico y la tecnología y la educación y el arte era y los ojos se abren despavoridos y callados, ojos enmudecidos mirando un horiz...
  La poeta prescindible * Escribí la poesía de los objetos, una tarde, como siempre en silencio porque entendí muy pronto en aquella juventud que otorga la duda que los objetos guardan el espíritu de los hombres y las mujeres, por eso fue inexcusable que fuera otra cosa y no esta cosa que escribe esta poesía mía y absoluta, mía por elección y convicción. Tuve esa tarde acurrucada en la falda contemplando la claridad de mi propia alma, entendiendo que para la poesía el vacío es el medio y es el fin, luego de tantos años los objetos siguen poblando los nombres de mi poesía, objetos propios impredecibles, pero continuos. Nunca estuvo en mí más que la señal ciertísima de nombrar lo que mis ojos han mirado, para qué, entonces, otro ruido. ** Veinte años después de tanta escritura tanto libro que nadie ha leído, tanto libro sin tapa, tanto libro que a nadie importa la simpleza sigue siendo la talla que mi alma busca en el acogedor lugar de los objetos donde veo con razón y alegría la vid...